En su habitual columna, Luis Roa aseguró que se resiste a que pasados 6 días del lamentable episodio se vuelva a la normalidad, a la naturalización del hecho, como si nada hubiera pasado, por lo que se propuso realizar un rastreo del odio, “desde que apareció desde el fondo de la historia ese viejo conocido” y sobre el cual intentan convencernos de que “es un problema de todos, pero que siempre dejó lastimados de un solo lado, del lado del pueblo”.
Allá por el Siglo XVIII, trajo a la memoria el descuartizamiento de Túpac Amaru, por decir basta al hostigamiento hispánico, y, posteriormente, el fusilamiento del coronel Dorrego, un héroe de la independencia de nuestro país.
Sin dudas los discursos de odio de Sarmiento ocuparon un lugar en el raconto, cuando el tristemente célebre personaje argentino asegurará, luego de la batalla de Pavón, que no se “trate de economizar sangre de gauchos, este es un abono que es preciso hacer útil al país, la sangre es lo único que tienen de seres humanos esos salvajes”.
También recordó la “Conquista del Desierto”, con la cual Roca arrebató tierras a sus habitantes originarios regalándoselas a 2.000 familias oligarcas de nuestro país (junto con mujeres y niñxs).
Recordó los Fusilamientos de José León Suarez, el bombardeo a Plaza de Mayo, la masacre de Trelew y los 30.000 compañeros detenidos desaparecidos por luchar por un mundo mejor.
Para finalizar, Roa dejó en evidencia estos sectores que no dudan en apretar “el gatillo cuando ven a dos pibas besándose, cuando vena un pobre con su Smart, cuando no toleran las zapatillas de marca en un joven del conurbano”.